martes, 2 de diciembre de 2008

L´INTERÉS MÁS DESINTERESÁU


Densidá poblacional nel nuesu País nel añu 1975
"Atlas Grafico del Reino de León"
Editorial Aguilar 1978

Convidaivos a gueyar estas duas lligazones de La Voz de Salamanca, y participare cunos vuesos comentarios. N´eillas la Xana fala sobru la fusión de las caixas del nuesu País y de Castiella, escontra l´interés xeneral, cul envis de reforzar esta Comunidá antinatura y beneficiar a los de siempres.

Tamién podréis llierlos faciendu clic en "comentarios".



El interés más desinteresado (y II)



2 comentarios:

Anónimo dijo...

El interés más desinteresado (I)
Alicia Valmaseda Merino

26 de noviembre de 2008

Hace ya bastantes años que esta muletilla servía para cerrar un anuncio de las Cajas de Ahorros, con el que se quería resaltar su vertiente social, aludiendo a los Estatutos de dichas Entidades que, claramente, establecen que sus beneficios deben revertir a la sociedad en forma de obras sociales.

Las Cajas de Ahorros no tienen socios que se sienten en sus Consejos de Administración por lo que los mismos están formados por representantes de las administraciones, de los ahorradores y de los empleados pero son los primeros los que marcan las pautas a seguir al tener la mayoría en dichos Consejos y, como no podía ser de otra manera, los políticos tratan de llevar el agua a su molino en todo cuanto se refiere a unas entidades que mueven tan gran cantidad de recursos.

Desde hace unos 30 años, a las Cajas que, primitivamente estaban dirigidas a las familias y pequeños ahorradores, se les ha ido permitiendo realizar más y más operaciones dirigidas a pequeñas, medianas y grandes empresas y en estos momentos de crisis parece que la panacea para solucionar todos los males de la economía sea, al menos en algunas latitudes, la fusión de cajas para conseguir crear entidades más potentes y con más recursos.

Debo reconocer que la palabra “fusión” (no sé si será por aquello de la “fusión nuclear”) me produce cierto “estremezor” pero cuando empezamos a analizar las implicaciones de una hipotética fusión de Cajas en nuestro entorno inmediato, directamente, me echo a temblar.

Hace ya algún tiempo que la Junta de Castilla y León acaricia la idea de fusionar las Cajas de la Comunidad con el inconfesado (e inconfesable) propósito de ubicar la central de la Caja resultante en Valladolid, alegando para ello, como para tantas otras cosas, su situación “centrada” (geográficamente hablando) respecto a todas las provincias que forman esta inusual autonomía birregional. Por cierto no deja de ser curiosa esa “búsqueda del centro” cuando capitales de países tan importantes como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Alemania no se ubican muy “en el centro” que digamos, lo que no les impide ser grandes potencias.

Abona la anterior sospecha el hecho de que solamente se dejara una oficina abierta del Banco de España en toda la Comunidad, la más extensa de España y mucho mayor que varios países europeos, mientras autonomías con mucha menor extensión como la Comunidad Valenciana o el País Vasco cuentan con dos sedes del Banco central.

Pero volvamos al proyecto de fusión en el que se perfilan dos grandes perjudicadas: León y Salamanca, sedes de las dos Cajas más potentes, ubicadas en dos provincias que se encuentran entre las que tienen mayores problemas de despoblación y menor renta per cápita no solo de la Comunidad sino de toda España y que, de llevarse a efecto, asistirán, más pronto que tarde, a un nuevo “trasvase” de puestos de trabajo a Valladolid (no menos de 1.000 puestos directos con buenas remuneraciones más los indirectos en cascada). Curiosa manera, una vez más, de remediar el desequilibrio interprovincial.

La proyectada fusión no consiguió “adhesiones inquebrantables” entre las directivas de las cajas implicadas, destacando la sonora negativa del presidente de la Caja de Ávila, del PP al igual que el Consejero Villanueva, adalid de la idea, encontrándonos también, en estas últimas fecha, con el rechazo de Burgos a la idea, ante el temor de que sea, una vez más, Valladolid la beneficiaria de este proyecto.

Sin embargo, la crisis mundial en que nos encontramos ha venido a dar a los políticos una aparente justificación, e insisto en lo de “aparente” porque se cuidan muy mucho de decir que las entidades a las que ha sido preciso rescatar en otros países eran monstruos por su tamaño, siendo precisamente dicho tamaño una de las causas de sus problemas.

No obstante, asistimos a la “Crónica de una fusión anunciada”, disfrazada últimamente de “superdirección general” para las seis cajas existentes en la autonomía, “nuevo modelo financiero” que, sinceramente, no se comprende muy bien.

¿Cómo es posible que entidades que deben hacerse la competencia entre sí tengan una “superdirección” común? ¿En función de qué parámetros se tomarán las decisiones de abrir o cerrar oficinas y de establecerse o no en una determinada localidad o provincia, de llevar una u otra política de captación de clientes y qué intereses defenderá la “superdirección”? Es evidente que al encontrarnos con intereses contrapuestos será imposible apoyar a todos o ser imparcial por lo indudablemente volvemos al temor inicial ¿A quien se quiere beneficiar con esta fusión, a los ciudadanos de toda la Comunidad o a la ciudad más centralista de toda España? Y al propio tiempo ¿no tiene nada que decir ante esto el Tribunal de la Competencia?

Todo está inventado y si el verdadero interés de esta operación fuera económico tendríamos cumplida y veraz información de cuanto sucede en otras comunidades con la fusión de las Cajas. ¿Se animan a verlo en breve?

Anónimo dijo...

El interés más desinteresado (y II)
Alicia Valmaseda Merino

1ro de diciembre de 2008

Siguiendo con la proyectada fusión de las Cajas, la demostración más palpable de que no son los intereses económicos los que subyacen es el repetido machaconeo de que “la integración de las cajas de ahorro de Castilla y León asegurará el futuro de Caja España”, como si nos encontráramos ante una Caja en peligro. Si primaran los intereses económicos no se darían mensajes subliminales que pueden crear desconfianza e inquietud entre los impositores como la insinuación de que el futuro no está asegurado.

Mientras personas interesadas en la operación insisten, machaconamente, en que lo único que se busca es la viabilidad de las entidades, no se comenta, ni siquiera de pasada, el hecho de que en 200 años de existencia de las cajas de ahorros ninguna de ellas tuvo “tropiezos” financieros.

La realidad es que Caja España, además de ser la primera Caja de esta Comunidad, es la duodécima en el ranking de las Cajas españolas seguida de cerca por Caja Duero que ocupa el decimosexto lugar del citado ranking. Los activos que individualmente tienen (Junio de 2008) tanto Caja España (22.632 millones de euros) como Caja Duero (19.552 millones de euros) superan los que reúnen conjuntamente las cuatro cajas castellanas (Caja Burgos, Caja Ávila, Caja Segovia y Caja Círculo de Burgos”) ya que tenemos que descender hasta el vigesimocuarto puesto del ranking nacional para encontrarnos con Caja Burgos (11.844 millones de euros) la más grande de las castellanas.

Y lo mismo sucede si hablamos de las sucursales, tanto Caja España como Caja Duero tienen cada una individualmente un nº de oficinas similar al de las cuatro Cajas castellanas en su conjunto.

Por si nos quedaba alguna duda, la noticia publicada en El Economista el pasado 23 de Septiembre nos aclara, aún más, por donde van los tiros. Según dicha información la Junta de Castilla y León propiciaba la fusión entre Caja Burgos y Caja Duero o Caja España con la pretensión de que fuera la castellana la dominante en cualquiera de los casos. Solo desde el interés político puede entenderse dicha operación que en palabras de “El Economista” es “un hecho que sorprende porque su tamaño es inferior a las compañías con sede en Salamanca y León”.

Pero aún se ve más palpablemente el interés estrictamente político que preside estas operaciones si echamos una ojeada a las actitudes de los dos partidos políticos PP y PSOE que han firmado un “gran acuerdo” en Castilla y León mientras que en el País Vasco (la otra fusión de que se habla estos días) se oponen frontalmente a la misma con argumentos como que “las cajas pueden perder identidad” (PSOE) o que “no está demostrado que una fusión suponga mayor solvencia y seguridad ni mejor obra social” (PP).

Según el PP vasco, el proyecto de fusión de las Cajas Vascas sólo responde a “la obsesión nacionalista por controlar todo lo que puede en este país, especialmente lo que funciona bien” mientras insisten en que la fusión de las cajas es «para que haya más industrias y más obra social y no para que un partido mangonee a los demás o quiera hacer un chiringuito».

Mientras, a juicio del PSE el proyecto de fusión «se trata de la absorción de Kutxa por parte de BBK y no garantiza los intereses de Gipuzkoa». «Además, conlleva el riesgo de que el fruto del ahorro de los guipuzcoanos no revierta en los proyectos de desarrollo y bienestar que Gipuzkoa necesita y necesitará en el futuro».

Sorprende aún más la oposición frontal a cualquier tipo de fusión de PP y PSOE en el País Vasco cuando en el plan de fusión de BBK y Kutxa se establece un escrupuloso respeto a las aportaciones de ambas Cajas así como dos sedes para la Caja resultante que pagará sus impuestos en la proporción de 60/40 (según los recursos aportados por cada una de las Cajas) a la respectiva Hacienda Foral, vizcaína o guipuzcoana, para que ninguno de los territorios resulte perjudicado.

Sin embargo, esos mismos partidos, apoyan entusiasmados en Castilla y León cualquier tipo de fusión que, como todos sabemos (la experiencia es la madre de la ciencia) terminará beneficiando a Valladolid y contribuirá a seguir aumentando la despoblación del País Leonés y la desigualdad interprovincial.

Y para terminar de “rizar el rizo”, los mismos partidos que en esta autonomía insisten en que es imprescindible la fusión para garantizar la viabilidad de las entidades, apoyan que la Caja Vital no entre en la fusión de las Cajas Vascas cuando por sus activos (7.996 millones de euros) es menos de la mitad que Caja España o Caja Duero. Parece que en este caso el tamaño no es importante.

¿Cómo pueden PP y PSOE defender sin sonrojo dos posturas tan antagónicas?

Todo cuanto antecede abona, una vez más, el convencimiento de que, en este tema de las fusiones, los criterios económicos brillan por su ausencia y que, desgraciadamente, parece que hemos pasado, al menos en esta comunidad, “Del interés más desinteresado” a “Coge la cartera y corre”.