Desde Astorga, y en la sección "Tribuna" del Diario de León del 250407, Enrique Soto nos habla de los políticos leoneses, la Constitución el futuro estatuto y el sentimiento leonés. Más de uno de esos políticos debería tomar nota de la mentira sobre la que se sustentan sus programas y partidos. Ahora el Leñador pregunta ¿cómo puede ser qué un político de un partido leonesista, según cambia de partido, pierda su identidad leonesa? Por poner un ejemplo el candidato a la alcadía de Villaquilambre por el PP. ¿Dónde ha quedado su sentimiento leonesista? ¿Cuánto le ha supuesto olvidarse de sus convicciones? ¿o es que acaso no eran tales? y si no lo eran ¿hasta que punto puede alguien confiar en candidato tan voluble?
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Tribuna Diario de León 250407:
ACASTELLANADOS
Los políticos profesionales del PP y del PSOE suelen cuestionar la legitimidad de los leonesistas para defender los intereses de Zamora y Salamanca sin haberles preguntado primero. Es el súmum del dislate pues nadie nos ha preguntado a los leoneses si renunciamos a nuestro derecho a la autonomía, nadie nos ha preguntado si renegamos de la identidad leonesa, nadie nos ha preguntado si queremos abolir la distribución regional que desde 1833 está en vigor en los mapas y en el corazón de los leoneses; y cuando digo leoneses estoy diciendo ciudadanos de la Región Leonesa, del Reino de León, no de la provincia, ni de la ciudad homónima. No obstante, podríamos responder que sí, que los leonesistas estamos legitimados para hablar en nombre de todos los leoneses que compartimos derechos y aspiraciones autonomistas.
La UPL tiene presencia a través de sus militantes y estructura en las tres provincias leonesas. La UPL tiene además acuerdos, convenios o pactos con otras formaciones políticas con las que comparte ámbito territorial y objetivos políticos: con el Movimiento Alternativo Social (MASS) en El Bierzo, con Zamora Unida (ZU) en Zamora y con Unión del Pueblo Salmantino (UPS) en Salamanca. La distribución de la presencia de MASS-ZU-UPS-UPL dibuja un mapa perfectamente definido por los legítimos derechos y anhelos de los leoneses y leonesistas reclamando igualdad respecto a las demás regiones españolas. Todos los hombres, incluidos los españoles, somos iguales. Estamos en un proceso acelerado de globalización de la economía y de las comunicaciones que contribuye a borrar las fronteras pero no a suprimir las instituciones ni las identidades. La globalización no justifica que León y Castilla tengan que ir en una misma institución autonómica, pues entonces, para que todos seamos iguales, también las demás regiones deberían agruparse de dos en dos o de tres en tres. Supongamos las siguientes autonomías: Galicia, Asturias y León; Cantabria y Castilla la Vieja; País Vasco y Navarra; Rioja y Aragón; Cataluña, Valencia y Baleares; Castilla la Nueva y Murcia; Extremadura y Andalucía; Canarias, Ceuta y Melilla. Seamos sinceros: ¿cuántos españoles estarían dispuestos a defender este nuevo mapa de España? ¿Cuántos españoles soportarían pacientemente ser gobernados por la región vecina? Pues los leoneses somos iguales a los demás españoles y queremos que se nos trate igual. No soportaremos indefinidamente ser gobernados desde Castilla.
Ángel Villalba declaró que el Estatuto reformado reconoce implícitamente que esta autonomía está formada por dos regiones. Efectivamente así se deduce del Preámbulo y del nombre mismo de la comunidad. Sin embargo después no aparece en el articulado ninguna consecuencia de ello. Ángel Villalba también declaró que no podía reconocerse explícitamente la birregionalidad porque entonces sería inconstitucional. Es decir, confiesa ser consciente de que en el fondo esta comunidad es inconstitucional.
¿Cómo calificaríamos la falta de honestidad que traslucen esas declaraciones? No es consuelo el pensar que toda la clase política profesional del PP y del PSOE comparten el mismo pecado contra León. El consuelo es que cada vez que hablan estimulan el compromiso militante de nuevos leonesistas. Algo así debió ser lo que la sabiduría popular terminó por formular con el conocido dicho «no hay mal que por bien no venga».
La razón por la que una comunidad birregional es contraria al espíritu de la Constitución es porque ésta estableció que las regiones y nacionalidades pudieran acceder a la autonomía (art. 2) y prohibió la unión de autonomías (art. 145.1). Es decir, cada región una autonomía y cada autonomía una región. Hay una polémica política en el candelero que es pertinente para lo nuestro pues pone en evidencia la incoherencia de defender para según qué casos unos criterios diferentes. Me refiero a la pretensión de los nacionalistas vascos de anexionar Navarra. Es la misma pretensión que los pancastellanistas lograron anexionando León a una comunidad autónoma castellana. Los mismos que defienden esta anexión se escandalizan de aquella. Los que luchamos contra ésta también rechazamos cualquier otra que tampoco se atenga ni a la Constitución ni a los principios democráticos.
Existen otras ambiciones anexionistas en el panorama político español. Hay formaciones que quisieran crear una unidad con Cataluña, Valencia y Baleares. Los que rechazan que pudiera materializarse tal unión deberían rechazar también y con más razones la de León y Castilla en una misma autonomía.
Ser leonés es algo que nos es dado cuando nacemos o que recibimos por adopción. Ser leonés no tiene mérito, es igual de digno que ser de cualquier otro pueblo, región o nacionalidad de España o del mundo. Uno sí puede tener más o menos amor propio como leonés, puede estar orgulloso o puede estar avergonzado de ser leonés, pero es impropio decir que se es más o menos leonés. O se es o no se es.
Ser leonesista es otro cantar. Ser leonesista es adoptar una actitud y un compromiso en favor de León y de los leoneses. En la situación actual, ser leonesista es luchar por que León sea tratado igual que las demás regiones y nacionalidades españolas.
El leonesismo castellanófilo que decía profesar un columnista de este periódico recuerda al españolismo de los partidarios del invasor francés. Afrancesados los llamábamos hace doscientos años a aquellos y les corríamos a gorrazos. Acastellanados los llamamos ahora a estos otros. Cabe disculpar a muchos de los afrancesados, a quienes les movían ideales de progreso para esta tierra, pero no hay disculpa para los que se han rendido a la anexión castellana de León y ahora la defienden por interés propio y en perjuicio del conjunto de los leoneses y en perjuicio de España que ve peligrar un cuarto del escudo nacional.
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