jueves, 16 de octubre de 2008

EL AVANCE DE LA DESERTIZACIÓN

RETABLO LEONÉS

El avance de la desertización


ENRIQUE ALONSO PÉREZ
De los 212 municipios de la provincia, 190 sufren un imparable fenómeno de despoblación en las últimas décadas que les dejan tan sólo como lugares de esporádico retorno

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Nuestros habituales recorridos por la provincia de León para mantener los apuntes de este Retablo, nos llevaron esta vez a la visita de algunas zonas bercianas que sufren la desertización paulatina instaurada en gran parte de las tierras leonesas. La desaparición total de pueblos adscritos a los montes de Valdueza, como Ferradillo, Santa Lucía, San Adrián..., y algunos tan sonoros como es el caso de Mataveneros y Poybueno, en el entorno del Alto Bierzo, nos ha dado pie para que este Retablo esté monográficamente dirigido al análisis del fenómeno despoblador iniciado en los años sesenta y las causas que han propiciado este imparable descenso en el 93 por ciento de los municipios leoneses.

Bien es verdad, que nuestra provincia, al igual que sus hermanas de comunidad, se distingue durante los últimos cien años por su perezosa subida con respecto a los porcentajes nacionales. Baste decir que a principios del siglo pasado, justamente en el año 1900, España entraba en el siglo XX con 18.616.000 habitantes, y hoy -según datos de enero del 2008- tiene 46.063.511, es decir, que aumentó la población en un coeficiente multiplicador de 2,5, mientras que León, en los últimos cien años, no ha logrado elevar ese coeficiente más que en 1,30 puntos, lo que evidencia matemáticamente nuestro crecimiento negativo respecto a los índices generales.

Valgan como introducción las cifras anteriores ya que no se debe descolgar el estudio demográfico de una provincia sin una previa situación en el contexto del país. No obstante, dentro de esta comunidad, políticamente impuesta, de Castilla y León, nuestra provincia ha perdido, juntamente con la de Zamora, un fuerte contingente poblacional que nos sitúa bajo mínimos frente a las demás provincias, que como, el caso de Valladolid, ha experimentado un aumento espectacular propiciado por la tendencia a situar industrias y servicios al amparo del poder político. Esta situación ha logrado minimizar nuestros censos hasta perder cuarenta mil habitantes en estos últimos quince años.

Núcleos rurales

Aunque las cifras no dejan de ser un tanto aburridas, hemos de recurrir a ellas por su elocuencia para explicar que, de los 212 municipios que componen al geografía territorial leonesa, tan sólo 22 de ellos han logrado superar sus censos a lo largo de las últimas décadas, mientras que los 190 restantes presentan un acusado descenso que deja bien claro hacia dónde se ha decantado el fenómeno migratorio interior.

Con la excepción apuntada de esos 22 municipios que se han salvado de la tónica generalizada, captando para sí los excedentes provocados por el profundo movimiento de recolocación humana, los demás han sido mermados hasta el punto de perder gran parte de sus entidades locales menores, dato que extraemos de los censos oficiales, que hace cincuenta años contabilizaban 1.525 entidades, y hoy se han perdido alrededor de un centenar de ellas. Y paralelamente al crecimiento de estos despoblados, crecen las cifras absolutas de la población en áreas tan determinadas como el municipio de León y su alfoz, juntamente con el de Ponferrada o Bembibre..., signo evidente de que la población se densifica en torno a las ciudades. Y el campo, con su carga bucólica y el tirón ancestral que lo caracteriza, queda definitivamente como complemento de unas felices vacaciones y recreo de fines de semana. Que el problema de la despoblación se veía venir, lo apuntan claramente las tendencias reflejadas en las estadísticas recogidas a partir de la segunda mitad del pasado siglo. Uno de los primeros leoneses que se ocupó y preocupó del tema, fue nuestro recordado y admirado amigo, Cayón Valdaliso, que hace ahora 36 años -en febrero de 1972- escribía en la revista de la Casa de León en Madrid , lo siguiente: «Este éxodo humano de las zonas campesinas se acusa, en más o menos proporción, en toda la provincia. La gente del agro huye de su tradicional ambiente de renunciaciones por buscar otros nuevos y desacostumbrados, posiblemente más duros y engañosos, pero tal vez más prometedores o esperanzadores. Lo viejo ya lo conocen en demasía; lo nuevo, puede ser que resulte bien alentador. Y debe ser así, porque la juventud pueblerina, sobre todo, ya no vuelve al terruño. Si vuelve, solamente es de visita... Dentro de esta problemática humana y social tan generalizada, aparece la actualidad de esos pueblos enteros que se venden. No se prodigan estas noticias con redobles de tambores, pero existen muchísimos casos definidos y concretos. Ayer, hace media docena de años, eran Villasumil y Ferradillo, por ejemplo, los que estaban en venta, hoy es Lumeras, en la misma zona del Bierzo, como serán otros tantos y muchos pueblos más que, despoblándose paulatinamente, por éxodo o fallecimiento, están abocados a su desaparición irremediable, total».

Quintana de la Peña a los pies de Peñacorada

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